¿Sabías que todos los niños necesitan moverse para un adecuado desarrollo?
Cuando un niño nace, nace con algunas habilidades motoras, las cuales le permiten realizar funciones elementales básicas de supervivencia, llamado reflejos primarios. Conforme la corteza cerebral (localizada en el lóbulo frontal) madura, establece conexiones descendentes hacia la médula espinal del niño haciendo un relevo en neuronas locales de la médula espinal, para finalmente formar los nervios motores que permitirán llevar el estímulo nervioso hacia los músculos. Estos a su vez generen contracciones y relajaciones, y con ello permiten la extraordinaria función llamada “movimiento”.
Impresionantemente, si las condiciones de salud, nutrición y estimulación lo permitan, durante los primeros dos años de vida, este nuevo bebé pasará de ser un pequeño ser lleno de reflejos involuntarios, a un niño que será capaz de movilizar de forma voluntaria y con extraordinaria precisión y complejidad sus poco más de 600 músculos, para correr, subir escaleras, comer con una cuchara, rayar una pared con una crayola o simplemente tomar una pequeña migaja de pan con la punta de los dedos.
Habiendo dicho esto, sabemos que el movimiento es parte del desarrollo y a su vez el movimiento ayuda al desarrollo psicológico, sensorial, motor y social. ¿Pero hasta dónde, podemos decir que un niño se mueve mucho? Es frecuente que a mi consulta acudan padres con niños, cuyo exceso de movimiento parece ser un problema en la escuela, interacción con pares e relación con sus padres o hermanos. Para tratar de responder a esta pregunta, será necesario hacer referencia a las “funciones ejecutivas”.
En pocas palabras, estas funciones son las que nos permiten estar atento hacia una meta, enfocado, regular el movimiento, cambiar de actividad cuando sea necesario, planear y corregir la dirección e intensidad del movimiento o acción cuando las condiciones así lo requieran. Justamente el lóbulo frontal, particularmente la corteza más anterior de áste, llamada corteza prefrontal, es la encargada de dirigir estas funciones y debido a que estas habilidades son relativamente nuevas en nuestra especie, son las últimas en madurar, ya que tardan de 25 hasta 30 años en terminar su perfeccionamiento.
Por lo tanto, favorecer el desarrollo de las funciones ejecutivas mediante actividades en casa y en la escuela, permitirá que los niños empiecen a regular su movimiento, sin dejar de ser niños, no queremos que sean adultos pequeños, porque un niño grita, corre, juega es efusivo, y eso está bien, porque le permite desarrollarse y adquirir confianza.
Por otra parte, cuando el exceso de movimiento empieza a generar rezago en sus conocimientos y habilidades, frecuentemente hay quejas en la escuela, tiene dificultades para hacer amistades o bien, la relación con padres o hermanos se ha ido afectando por esta falta de regulación en el movimiento, será posible que este niño en cuestión presente síntomas consistentes con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. Si así fuera el caso, siempre es ideal, iniciar con intervenciones en casa, habitualmente control de límites y reglas, tiempos fuera, técnicas de respiración, en la escuela será necesario diseñar el ambiente de aprendizaje óptimo para su aprendizaje y finalmente, el apoyo de psicología, porque habitualmente los niños con problemas en le regulación del movimiento, también presentan problemas con la regulación en sus emociones.
DrJulio César Ramírez
Neurólogo Pediatra