Las crónicas de la fiebre

Sin embargo, luego estudié medicina, pediatría e infectología pediátrica, y al recordar escenas de mi infancia, dichos de la señora y sus remedios me encuentro confrontándolos con lo que la medicina “actualizada” sugiere y entro en conflicto con mis recuerdos y la figura de mi abuelita, que Dios tiene -espero- en su santa gloria.

Pero poco a poco que voy revisando mis recuerdos, voy entrando más en conflicto con ella. La recuerdo inyectándome antibiótico en el glúteo por la justificación de que “traía moco verde”, humedeciendo heridas por raspones con violeta de genciana, agua oxigenada o alcohol en carne viva, recuerdo su insistencia en que tomara vitaminas “porque me veía muy flaco”, no me dejaba andar descalzo porque me enfermaría, o cuando me caía y sufría golpes leves, propios de jugar con mis primos, prohibía rotundamente que me dejaran dormir.

Creo que a manera de terapia confrontaré el recuerdo de mi abuela y la medicina que ejercía en un servidor inocente, con lo que la medicina alópata recomienda estos dias en un mundo globalizado donde: ya no usamos termómetros de mercurio o tomamos la temperatura de forma rectal, donde moco verde no significa deficiencia de antibiótico y si me caigo y me raspo no tienen porque ponerme agua oxigenada, azúcar o Isodine en las heridas. Podría hacer tiktoks de esto, pero aun no aprendo como se usa esa red social.. supongo sigo siendo en parte, como mi abuelita.